Educada cristianamente, en 1872, a los diecinueve años, contrajo matrimonio con Vicente Masiá Ferragut. Fueron padres de ocho hijas y un hijo: María Teresa, María Felicidad, María Celestina, María Vicenta, María Joaquina, Josefa Ramona, María Felicidad, María Purificación y Vicente. La mayor, María Teresa, ingresó en el convento de San José y Santa Tecla de Valencia, recibiendo el nombre de sor Concepción, y falleció en 1927. La segunda y la tercera de estas hijas murieron en edad joven. Cuatro hijas —María Vicenta, María Joaquina, María Felicidad y María Josefa Ramona— se consagraron a Dios, y el hijo, Vicente, profesó en la Orden capuchina. La última hija, María Purificación, creó un hogar.
María Teresa quedó viuda en 1916 y llevó una vida de piedad muy intensa. La institución llamada Los Intereses Católicos, precursora de la posterior Acción Católica, podía dar testimonio de su celo ardiente y de su heroica entrega al Señor. Fue presidenta de las Conferencias de San Vicente de Paúl de señoras de la parroquia de San Jaime de Algemesí, y pertenecía a la Orden Tercera seglar de Nuestra Señora del Carmen, al Apostolado de la Oración, a la Adoración Nocturna de señoras en el hogar, a la Propagación de la Fe, a la Archicofradía de Hijas de María y Santa Teresa de Jesús y a otras asociaciones piadosas.
Tres de sus hijas religiosas fueron clarisas capuchinas de clausura y su vida corrió paralela.
María Vicenta Masiá Ferragut, beata María Jesús, Algemesí (Valencia), 12 de enero de 1882, vistió el hábito en el monasterio de clarisas capuchinas de Agullent (Valencia) en 1900 y profesó en 1902.
María Joaquina Masiá Ferragut, beata María Verónica, Algemesí (Valencia), 15 de junio de 1884, ingresó en el mismo monasterio y recibió el hábito en 1903. Emitió su profesión simple en 1904 y la solemne en 1907.
María Felicidad Masiá Ferragut, beata María Felicidad, Algemesí (Valencia), 28 de agosto de 1890. Recibió el hábito en dicho monasterio de clarisas capuchinas de Agullent (Valencia) en 1909. Emitió sus votos temporales en 1910 y los perpetuos en 1913.
Según un testimonio, “observaban una conducta religiosa durante su permanencia en el convento que causaba la admiración de las demás religiosas por su ejemplaridad y porte propios de su profesión. A pesar de ser hermanas, no existía entre ellas distinción alguna entre sí y con respecto a las demás. Las tres hermanas eran muy estimadas de la comunidad. La piedad de todas ellas era sólida y recia”.
María Josefa Ramona Masiá Ferragut, beata Josefa de la Purificación, Algemesí (Valencia), 10 de junio de 1887, a los dieciocho años ingresó en el convento de agustinas descalzas de Benigánim (Valencia), donde profesó en 1906. Se distinguió por su modestia y caridad y amor a la Eucaristía y ocupó los cargos de priora y maestra de novicias. Era muy hábil para las labores. Ya en 1931 fue valerosa al no querer abandonar el convento, como exigían las autoridades civiles.
Mostró gran fortaleza, porque ella fue una de las siete que permanecieron allí. Esto no fue posible en 1936.
En esta ocasión sí tuvo que abandonar el convento y refugiarse en la casa de su madre, en Algemesí, juntamente con sus otras tres hermanas clarisas.
Con la llegada de la Segunda República en 1931, las tres religiosas clarisas capuchinas habían salido del convento y permanecieron en casa de la madre unos dos meses, hasta que regresaron sin haber recibido vejaciones.
Sin embargo, al iniciarse la revolución de 1936, sor María Jesús y sor María Verónica se acogieron en casa de los padres de la priora, muy próxima a su monasterio, pero enterada la madre, acudió personalmente a Agullent y se las llevó a Algemesí, donde ya estaba sor María Felicidad, que había ido unos meses antes por falta de salud. Allí había acudido también la hermana agustina descalza de clausura, del convento de Beniganim. Se ocuparon de las labores de la casa, haciendo vida de comunidad y completamente entregadas a la oración.
El 19 de octubre de 1936 fueron detenidas la madre y sus cuatro hijas religiosas y permanecieron seis días encerradas en la cárcel que los milicianos habían establecido en el monasterio cisterciense de Fons Salutis.
Cuando subieron en el coche a las cuatro religiosas para llevarlas al lugar donde iban a ser asesinadas, dijeron a la anciana madre: “Usted no”. Pero ella contestó: “Donde van mis hijas, voy yo”. El día de Cristo Rey, domingo 25 de octubre de 1936, fueron cayendo delante de ella, una a una, sus cuatro hijas religiosas. Los milicianos intentaron fusilar primero a la madre, pero ésta les dijo: “Quiero saber qué vais a hacer con mis hijas, y si las vais a fusilar quiero que me fusiléis a mí la última”.
La madre alentó a las hijas a que rechazaran las utópicas promesas y delicias que les proponían. Les decía también: “Hijas mías, sed fieles a vuestro Esposo celestial y no queráis ni consintáis en los halagos de estos hombres”; “Hijas mías la muerte es cuestión de un momento; no temáis”. Al terminar de asesinarlas, le dijeron los milicianos: “Oye, vieja, ¿tú no tienes miedo a la muerte?”. Pero ella contestó: “Toda mi vida he querido hacer algo por Jesucristo y ahora no me voy a volver atrás. Matadme por el mismo motivo que a ellas, por ser cristianas”. Así, fue asesinadas después de sus hijas a los ochenta y tres años de edad, junto a la Cruz Cubierta, en la carretera de Algemesí a Alzira, a un kilómetro de distancia del pueblo.
María Vicenta tenía cincuenta y cuatro años; María Joaquina, cincuenta y dos; María Josefa, cuarenta y nueve, y María Felicidad, cuarenta y seis. El pueblo, al conocer la trágica noticia, comenzó a tenerlas como mártires y encomendarse a ellas.
Sus restos fueron inhumados en la cripta de los Caídos de Algemesí, y allí estuvieron hasta que los trasladaron a la parroquia de San Pío X, de la misma ciudad, en 1961. El Ayuntamiento de Algemesí, en sesión celebrada el 25 de abril de 1961, acordó declarar hijas predilectas de la ciudad a la anciana Teresa Ferragut y a sus cuatro hijas mártires.
Las cinco fueron beatificadas por el papa Juan Pablo II, en Roma, el 11 de marzo de 2001.
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