domingo, 9 de abril de 2023

"Paracuellos es el mayor genocidio de toda la Guerra Civil"

Entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936 ocurrieron en los parajes del arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama y en el soto de Adovea, en torrejón de Ardoz, uno de los episodios más lúgubres de la historia de España, una serie de ejecuciones masivas en las que se asesinaron a entre 2.500 y 8.000 personas, siendo la cifra más aceptada por los historiadores de unas 5.000 personas. Unos 250 eran niños.



Entre esos fatídicos días hubo 33 extracciones de presos de cárceles madrileñas, lo que comúnmente se ha conocido como “sacas”.

La mayoría de las víctimas procedieron de la Cárcel Modelo, pero también hubo sacas en la de Portlier, San Antón y la de Ventas.

La gran mayoría de estas personas, fueron detenidas y juzgadas en las famosas «checas» de Madrid, que eran instalaciones donde, al margen de las leyes, se detenía, interrogaba, torturaba y se juzgaba haciendo juicios sumarísimos y sin ningún tipo de defensa. En Madrid hubo 345 checas.
En dichas checas fueron condenados como sublevados o cómplices del golpe. Se llegaron a falsificar carnets de la Falange para condenarles e incluso se aceptó como única prueba de culpa el testimonio de enemigos personales.

Estas macabras matanzas trataron de ser silenciadas por la Segunda República.

El 8 de diciembre de 1936 fue derribado sobre Pastrana el avión correo de la embajada francesa que enlazaba Madrid con Toulouse, un Potez 54. En él viajaba el doctor suizo Georges Henny, delegado de la Cruz Roja Internacional. Además de dos tripulantes, dos periodistas y dos secretarias. Aunque la pericia del piloto evitó una tragedia mayor. Hubo tres heridos: Henny pasó cuatro meses en cama, uno de los periodistas (Louis Delaprée) murió a consecuencia de las heridas y otro sufrió la amputación de una pierna. Aunque el Ministerio de la Guerra proclamó que había sido «criminalmente atacado y derribado por la aviación fascista», el día 21 se descubrió que el avión había sido derribado por dos cazas republicanos Polikarpov I-15, pilotados por soviéticos.

El doctor era portador de un dossier sobre las matanzas de presos en Madrid. En especial, de las producidas en Paracuellos de Jarama. El doctor tenía que presentar el dossier ante la Sociedad de Naciones en Ginebra. Allí iba a comparecer el ministro republicano Julio Álvarez del Vayo. Sin embargo, el derribo evitó que esto ocurriera. Félix Schlayer y otros miembros del Cuerpo diplomático asumieron que había sido derribado deliberadamente en un intento de evitar que las pruebas de las matanzas se hicieran públicas. Delaprée atribuyó el atentado a Alexander Orlov, jefe de la inteligencia soviética en España, responsable entre otros episodios del secuestro y asesinato de Andrés Nin.

¿Quién lo llevó a cabo?

Una de las mayores especulaciones entorno a las matanzas de Paracuellos es sobre quién fue el responsable del mayor acto de barbarie llevada a cabo por el bando republicano en la fratricida Guerra Civil. Algunos historiadores sugieren que estaba a cargo algún miembro de la terrible NKVD soviética, por el parecido que guardan estos hechos con la matanza de Katyn, en Polonia, donde asesinaros a 22.000 personas. Sin embargo, otros historiadores sostienen que aún no habían los comisarios políticos y miembros de la policía secreta a Madrid con el suficiente poder para hacer semejantes actos.

Santiago Carrillo, dirigente de organización radical y violenta de las Juventudes Socialistas Unificadas (si, aquella a la que pertenecían, las hoy celebérrimas 13 Rosas) fue nombrado consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid el 6 de noviembre.

Los presos extraídos de las prisiones estaban en listas elaboradas y notificaciones de traslado o libertad con membrete de la Dirección General de Seguridad. En ocasiones también estaban firmadas por Segundo Serrano Poncela, el delegado de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid.

Está fuera de toda duda que Santiago Carrillo tuvo conocimiento desde el primer momento de las sacas y los asesinatos. El cónsul de Noruega Félix Schlayer, advierte a Carrillo el mismo día 7 de noviembre, de los hechos. Además, una amplísima mayoría de historiadores sostiene que fue fundamental su intervención y que facilitó el necesario apoyo logístico y político para los crímenes. - Fuente

Familiares de los asesinados en Paracuellos rezando ante las fosas comunes con los restos de sus seres queridos el 6 de noviembre de 1939, tres años después del comienzo de la masacre perpetrada por el bando republicano (Foto: Archivo Abc).



De los 74 beatificados del día 30 de noviembre, 68 murieron en Paracuellos de Jarama, hacia donde hubo sacas de las prisiones de San Antón y Ventas. Los otros seis eran dos monjes de Montserrat, un dominico y un paúl en Barcelona, más una seglar en la provincia de Valencia y un capuchino en la de Alicante.

Cuatro de Cataluña y dos de la Comunidad Valenciana
Los monjes eran Lluís Palacios Lozano, de 43 años, profesor de lenguas orientales en el Pontificio Ateneo de San Anselmo en Roma (la universidad de los benedictinos); y León Alesanco Maestro (Luis Gonzaga), de 54 años.

El dominico era Felipe Santiago Meseguer Burillo, de 51 años, sacerdote desde 1905, que trabajó en la redacción de La Ciencia Tomista, en Madrid y en el colegio de Vergara, antes de pasar a la restaurada provincia de Aragón, donde se dedicará a la enseñanza, siendo promovido en 1934 al grado de maestro en Teología, con cátedra en el seminario diocesano y el estudio general dominicano de Valencia.

Estaba de paso en Barcelona al estallar la guerra y se refugió con familias amigas hasta que fue denunciado; no negó su condición sacerdotal al ser interrogado y dijo que prefería la muerte a ofender a Dios negando su misión de sacerdote. Fue asesinado con otros presos de la cárcel del barrio barcelonés del Clot.

El sacerdote de la Congregación de la Misión era Vicente Queralt Lloret, barcelonés de 42 años, beatificado con otros 59 vicencianos en Madrid el 11 de noviembre de 2017.

La carcagentina María del Olvido Noguera Albelda, de 32 años, perteneció a todas las asociaciones locales propias de las jóvenes y jamás llamó un pobre a su puerta que no fuera atendido. El cuñado de su asesino dijo que antes de matarla intentaron violada, pero ella se defendió enérgicamente, así que la sujetaron entre cuatro hombres y así la violaron seis, ante su hermano Isidro, a quien ataron a un olivo para que no pudiera impedirlo. La mataron con arma de fuego y ella todavía tuvo aliento para gritar hasta el final:“¡Viva Cristo Rey!”. También fue asesinado su hermano Isidro. El capuchino asesinado en Elche (Alicante) era Ramón Juan Costa (padre Honorio de Orihuela), de 48 años.

68 beatos más en Paracuellos
Los 68 beatificados del día 30 en Paracuellos procedían todos de San Antón y eran: 51 agustinos, siete hospitalarios, cinco lasalianos, tres vicencianos y dos dominicos.

Según el padre Modesto González Velasco, 54 agustinos fueron “llamados a primeras horas de la mañana. Todo revestía las mismas características que el día 28. Tres de los convocados se vieron libres cuando ya estaban maniatados en los autobuses o a punto de subir. Ellos son testigos de estos momentos al salir de la prisión. Se animaban mutuamente. Los sacerdotes impartían la absolución. El padre Monedero y alguno más recibieron la noticia de ser llamados con alegría y como una buena noticia. Consideraban el martirio como una gracia especial que Dios les concedía. Realizaron el trayecto hacia Paracuellos cantando como se canta en la iglesia, según relataban algunos conductores de autobuses, al regresar a la prisión. Ante los piquetes que los fusilaron en grupos de unos diez, todos daban muestras de gran serenidad”.

Los agustinos asesinados esa mañana fueron: los alumnos de Filosofía Luis Abia Melendro, de 17 años; Miguel Iturrarán Laucirica, Román Martín Mata y José Antonio Pérez García, de 18 años; Víctor Cuesta Villalba, de 19; Bernardino Calle Franco, Julio María Fincias, Francisco Fuente Puebla, Pedro Simón Ferrero y Máximo Valle García, de 20 años; Ramiro Alonso López, de 21 años; los laicos profesos Gerardo Pascual Mata, de 21 años; Isidro Mediavilla Campo, de 23; Pedro José Carvajal Peredalos, de 24; Ricardo Marcos Reguero, de 45 años; Tomás Sánchez López, de 46; José Dalmau Regás, de 50; y Macario Sánchez López, de 52; los alumnos de Teología Marcos Guerrero Prieto y José Noriega González, de 21 años; Julio Marcos Rodríguez, de 22; Nemesio Díez Fernández y José López Piteira, de 23 años; José Gando Uña, de 26; los además diáconos Nemesio García Rubio y Dionisio Terceño Vicente, de 24; los sacerdotes Jesús Largo Manrique, de 24 años; Dámaso Arconada Merino y Pedro de la Varga Delgado, de 32; Arturo García de la Fuente y Pedro Martínez Ramos, de 34 años; Matías Espeso Cuevas, Heliodoro Merino Merino y Conrado Rodríguez Gutiérrez, de 35; Esteban García Suárez, de 45 años; Melchor Martínez Antuña, de 47; Mariano Revilla Ricoy Julián Zarco Cuevas, de 49; Joaquín García Ferrero y Benito Velasco Velasco, de 52 años; Juan Sánchez Sánchez, de 54; Juan Monedero Fernández, de 55 años; Alfredo Fernando Fariña Castro (padre José Agustín), de 57; Benito Garnelo Álvarez, de 60; Francisco Marcos del Río y Luis Suárez-Valdés Díaz de Miranda, de 62 años; Benito Rodríguez González, de 63; Constantino Malumbres Francés, de 64; Miguel Cerezal Calvo y Gerardo Gil Leal, de 65; más Agustín Renedo Martino, de 66 años.

Antonio Montero Moreno relata la siguiente anécdota referida a un sacerdote de 34 años (seguramente Arturo García de la Fuente), descubierto por uno de los guardias de San Antón cuando rezaba el rosario: “Su descubridor era el fanático Santiago del Amo, apodado Petrof, y se le echó al cuello barbotando palabrotas y denostándole con estos términos: Con esto debía ahorcarte ahora mismo, ¡chalao! Más te valiera estudiar historia o geografía. El interpelado era doctor en Historia, correspondiente de la Academia y bibliotecario de El Escorial”.

Los siete hospitalarios (seis de ellos de Ciempozuelos) eran Arturo Donoso Murillo, profeso de 19 años; Antonio Martínez Gil-Leonis, novicio de 20 años; Jesús María José Antonio (hermano Jesús) Canuto Gesta de Piquer, profeso de 21 años; Nicéforo Salvador del Río, profeso de 23 años (de la casa de San Rafael de Madrid), Rafael Touceda Fernández (hermano Román, de 32 años, vicesuperior), Miguel Francisco Ruedas Mejías (hermano Miguel, de 34 años), y Santiago García Molina (hermano Diego de Cádiz), de 44 años, consejero y secretario provincial de la Orden Hospitalaria.

En cuanto a los cinco hermanos de La Salle, eran: Martín Arbé Barrón (hermano Ismael Ricardo, de 30 años, trabajaba en el Asilo del Sagrado Corazón); Vicente Angulo García (hermano Adalberto Juan, de 32 años); Emiliano Santamaría Angulo (hermano Floriano Félix, de 37 años); Saturnino Sanz y Sanz (hermano Pablo de la Cruz, de 57 años); y Manuel Miguel Sánchez (hermano Sinfronio, de 60 años). Lorenzo Ontañón Rey (hermano Basilio Julián, de 43 años) y Félix Redondo Olivares (hermano Eufrasio María, de 66 años), asesinados con los anteriores, fueron declarados venerables (reconociéndose su muerte como martirio el 19 de diciembre de 2011 por el papa Benedicto XVI) pero no beatificados.

Los tres vicencianos beatificados el 11 de noviembre de 2017 en Madrid eran los sacerdotes Pedro Pascual García Martín, de 44 años y turolense de Monteagudo, y Francisco Morquillas Fernández, de 47 años y burgalés de Sarracín, más el hermano Joaquín Zubillaga Echarri, de 37 años y natural de Echeverri (Navarra).

Misionero en Hong-Kong
Los dos dominicos eran Juan Peña Ruiz (padre Vicente, de 53 años, profeso en 1901 y sacerdote desde 1907, tras el asalto al convento del Olivar de Madrid, buscó una casa de acogida; pocos días después, el 4 de agosto, lo detuvieron en plena calle y lo llevaron a la cárcel de San Antón, donde organizó un modo de rezar disimuladamente el rosario, paseando por el patio en grupos y valiéndose de cuerdas para contar las avemarías), y Amado Cubeñas Diego-Madrazo, de 56, que profesó en 1898 y se ordenó en 1906, marchando a Hong-Kong hasta 1913, cuando regresó a España enfermo; desde 1929 era superior de la casa de la Pasión en Madrid y y procurador de la Vicaría de España; estaban en el convento del Rosario al estallar la guerra, encontró hospitalidad en una casa amiga, y desde allí ayudó económicamente a varios frailes que vivían en la clandestinidad. Detenido el 16 de septiembre en la pensión San Jerónimo, se entregó como religioso y resignado a la voluntad divina. Fue encarcelado en la cárcel Modelo, donde continuó por dos meses -lo trasladaron a San Antón el 16 de noviembre- en compañía de otros religiosos y laicos, con los que rezaba el rosario en los patios, simulando conversar. - Fuente

Consuelo Martínez-Sicluna y Sepúlveda tiene enterrados en Paracuellos a sus dos abuelos y a varios tíos, que en 1936 rondaban los veinte años.




José María Marco nos cuenta la historia de un agustino que se salva gracias a Manuel Azaña. Pero el Presidente de la República nunca empatizó con la tortura y martirio de sus primeros maestros.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario