En Calanda, población cercana a Teruel, en España, beatos Lucio Martínez Mancebo, presbítero de la Orden de Predicadores, y compañeros, mártires, que, apoyándose en la fortaleza de Cristo, dieron su vida durante la misma persecución (1936).
El 25 de julio de 1936 los frailes celebraron la misa con cierta serenidad. Pero dos días más tarde corrió la voz de que los milicianos catalanes iban a copar el pueblo. Por tanto, el P. superior mandó desalojar el convento.
Efectivamente, el 27 los milicianos ocuparon el pueblo y empezaron a detener gente. Ese mismo día cayeron presos fray Gumersindo y los PP. Antonio, Felicísimo y Saturio; son cuatro.
Al día siguiente echaron mano al P. Lucio, a fray Lamberto y al sacerdote Manuel Albert. El 29 al amanecer cayó el octavo, el R Tirso. Siete dominicos y un sacerdote secular. Los tuvieron presos en los bajos del ayuntamiento, mezclados con otros muchos seglares de signo religioso.
Estaban metidos en un local indecente, sin luz, sin servicios higiénicos y sin ventilación. Peor que una cuadra. Se hizo un juicio de faltas. Alguien exigía que se hicieran las cosas con justicia. Pero aquella justicia resultaba ser de la siguiente manera: unos exigían matar a todos, y otros solamente a los religiosos.
Prevaleció la tendencia más benigna. Había que matar a estos ocho sacerdotes. Y así se ejecutó sin más. Hay que decir que esta clase de juicios y de decisiones se hacían siempre entre insultos, blasfemias y alguna que otra bofetada. El grupo nuestro se daba perfecta cuenta de su situación y todos se prepararon para la muerte.
Al día siguiente echaron mano al P. Lucio, a fray Lamberto y al sacerdote Manuel Albert. El 29 al amanecer cayó el octavo, el R Tirso. Siete dominicos y un sacerdote secular. Los tuvieron presos en los bajos del ayuntamiento, mezclados con otros muchos seglares de signo religioso.
Estaban metidos en un local indecente, sin luz, sin servicios higiénicos y sin ventilación. Peor que una cuadra. Se hizo un juicio de faltas. Alguien exigía que se hicieran las cosas con justicia. Pero aquella justicia resultaba ser de la siguiente manera: unos exigían matar a todos, y otros solamente a los religiosos.
Prevaleció la tendencia más benigna. Había que matar a estos ocho sacerdotes. Y así se ejecutó sin más. Hay que decir que esta clase de juicios y de decisiones se hacían siempre entre insultos, blasfemias y alguna que otra bofetada. El grupo nuestro se daba perfecta cuenta de su situación y todos se prepararon para la muerte.
Se confesaron unos a otros. Y fue aquí donde Antonio López Couceiro se mostró más animoso que los demás para decirles que era éste el momento de perdonar. «Hay que perdonar. Es necesario perdonar». También animaban a los seglares presos para que fueran fieles hasta la muerte.
Padre Manuel Albert (1867-1936) y el grupo de dominicos de Calanda, cuyos miembros eran: Fray Lucio Martínez Mancebo (1902-1936), Fray Antonio López Couceiro (1869-1936), Fray Felicísimo Díez González (1907-1936), Fray Tirso Manrique Melero (1887-1936), Fray Gumersindo Soto Barros (1869-1936) y Fray Lamberto de Navascués y de Juan (1911-1936), Saturio Rey Robles (1907- 1936)
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En la foto, el Noviciado en el año 1932. |
Beatificación
El 11 de marzo de 2001, fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II.
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