El 10 de noviembre de 1936, en las tapias del Cementerio de la Almudena, fueron asesinadas 23 adoratrices que murieron sonriendo y bendiciendo a Dios
Beatificadas por Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007 en Roma:
1) Madre Manuela del Sagrado Corazón (Manuela Arriola Uranga)
2) Hna. Blasa de María (Juana Francisca Pérez Labeaga)
3) Hna. Lucila María (Lucía González García)
4) Hna. Casta de Jesús (Teresa Vives Missé)
5) Hna. Rosaura de María (Rosa López Brochier)
6) Hna. Luisa de la Eucaristía (Luisa Pérez Adriá)
7) Hna. María de la Presentación (María García Ferreiro)
8) Hna. María de los Dolores de Jesús Crucificado (Mª Dolores Monzón Rosales)
9) Hna. Borja de Jesús (Zenona Aranzábal Barrutia)
10) Hna. Máxima de San José (Emilia Echevarria Fernández)
11) Hna. Sulpicia del Buen Pastor (Dionisia Rodríguez Anta)
12) Hna. María de los Dolores de la Stma. Trinidad (Mª Dolores Hernández Santorcuato)
13) Hna. María Prima de Jesús (María Prima Ipiña Mazárraga)
14) Hna. Belarmina de Jesús (Belarmina Pérez Martínez)
15) Hna. Sinforosa de la Sagrada Familia (Sinforosa Díaz Fernández)
16) Hna. Purificación de María (Purificación Martínez Vera)
17) Hna. Josefa de Jesús (Josefa Boix Riera)
18) Sor Ángeles (Mercedes Tuñi Ustech)
19) Sor Ruperta (Concepción Vázquez Áreas)
20) Sor Herlinda (Áurea González Fernández)
21) Sor Cecilia (Concepción Iglesias del Campo)
22) Sor Felipa Gutiérrez Garay
23) Sor Magdalena Pérez
En julio de 1936 milicianos republicanos ametrallaron la Casa General de las Adoratrices en la calle Princesa, así que las residentes se vieron obligadas a abandonarla y buscar refugio con familiares y amigos. Sin embargo, no todas las Hermanas pudieron hacer eso, bien debido a su estado de postración o por ausencia de parientes.
Para alojarlas, la Superiora General , Rvda. Madre Diosdada Andía, alquiló, aproximadamente a primeros de agosto de 1936, el cuarto piso del nº 15 de la calle Costanilla de los Ángeles en el centro de Madrid, y las puso bajo el cargo directo de la secretaria general de la Congregación , Rvda. Madre Manuela Arriola Uranga.
Como pasaban los meses sin que nada ocurriera, Hermanas de Guadalajara, Alcalá y Almería, que estaban en la misma situación de peligro, optaron por refugiarse allí. Estaban también con ellas
En ese momento 23 Adoratrices residen en ese piso. Entre las Religiosas profesas había seis Hijas de Casa, antiguas protegidas de las Hermanas quienes se habían distinguido por sus cualidades personales y que después de haber completado un periodo de prueba fueron recibidas en la Congregación como rama auxiliar de Adoratrices.
Las condiciones de vida en Costanilla de los Ángeles eran muy austeras. Debido a la carencia de muebles usaban cajas de madera como sillas y mesas que apenas podían utilizar debido a sus escasas provisiones. No obstante, las Adoratrices perseveraban en la observancia de vida en común, especialmente la perpetua adoración de la Eucaristía.
En ausencia de una Custodia, las especies sacramentales eran guardadas dentro de una cajita de madera que había sido de un reloj y, que, a su vez, era escondida en un hueco de la chimenea que cubrían con una loseta de mármol. En momentos de emergencia, ya fueran los periódicos ataques aéreos o los frecuentes registros realizados por miembros de la milicia popular, la Hna. Rosaura López Brochier cogía la cajita y la guardaba en su pecho, pues no siendo ella la Superiora , en caso de controles resultaba menos sospechosa. Es por esto que entre los objetos que llevaba encima al ser fusilada aparece, como relata su ficha, “una cajita de reloj vacía”, porque poco antes de morir había ido dando, con disimulo, la comunión a las Hermanas.
Era de dominio público entre los vecinos que esas mujeres del cuarto piso eran Religiosas. Conscientes de esto, miembros del Frente Popular vigilaban regularmente esa residencia, aparentemente, tratando de incriminarlas por cualquier cosa que les permitiera encerrarlas en alguna de las numerosas “checas” que existían en la capital de España y así poder acusarlas de enemigas del pueblo.
En aquellos terribles días Madre Manuela animaba a su comunidad diciéndoles: “Hermanas no se preocupen, esto será motivo de felicidad para nosotras. Con la confianza puesta en Dios, seguiremos adelante”, o “Señor confío que no nos darás más de lo que podamos sufrir”. “Ojalá fuéramos dignas del martirio”.
Otras dos Hermanas se distinguieron durante este periodo. la Hna. Francisca Pérez de Labeaga García, totalmente sorda, pero que se hizo querer por las Hermanas por su paciencia y resignación; y la Hna. Lucila González García, la más anciana de todas las residentes, quien sufrió un ataque al corazón cuando fue sacada de la comunidad de Costanilla, que decía haber pasado largos momentos de oración ante la Eucaristía , ofreciéndose a sí misma como “una víctima para la conversión de los pecadores”.
Madrid fue frecuentemente bombardeado por las fuerzas del general Franco durante la Guerra Civil. En tales ocasiones las Hermanas bajaban al portal del edificio para refugiarse. El 9 de noviembre de 1936, alrededor de las 17:30 h, una fuerte explosión sacudió la calle de Preciados, próxima a Costanilla. Las Hermanas descienden, dejando a la Hna. Lucila porque en ese momento estaba muy enferma, hasta que cesa el bombardeo. Enterado un miliciano de la reunión en el vestíbulo, aparece poco después en el piso con actitud agresiva. Iba acompañado por un grupo de milicianos republicanos con el fin de detenerlas. Gritan: "¿Dónde están las monjas?". La Madre Manuela, sin titubear, responde: "Aquí estamos". Las detienen inmediatamente a todas, incluso a a la Hna. Lucila, a la que tienen que bajar en una silla y las conducen a la terrible checa de Fomento que estaba bajo la jurisdicción de la Federación Anarquista Ibérica (FAI).
De lo que allí sufrieron no tenemos información. Lo relatado anteriormente procede del testimonio de la Hna. Ana Duarte, miembro también de la Congregación, quien al servir de nexo de unión entre la casa de Costanilla y el refugio de la Madre Diosdada Andía, Superiora General, no fue detenida por no encontrarse allí en ese momento y quien, ante los hechos, adquirió el compromiso de ponerlos de manifiesto.
Añade la Hna. Ana que, después de recoger las manifestaciones de los vecinos sobre su captura, las buscaron incansablemente por embajadas, refugios, cárceles… caminaban incansablemente entre escombros en medio de tiroteos, humillaciones, burlas y amenazas. Por fin una señora les informó de que en la Dirección General de Seguridad había muchas fotos de mujeres asesinadas. Entre esas fotografías estaban los rostros martirizados de sus Hermanas Adoratrices. Fueron asesinadas cerca del cementerio de la Almudena de Madrid (entonces del Este) y sus cuerpos reposan en ese cementerio, en el de Vicálvaro y en el Valle de los Caídos.
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